martes, 5 de junio de 2012

Y antes de arrepentirse, perdió uno de cada uno de sus sentidos.

Creo oír tu voz, de lejos. Intento descifrar las palabras que salen de tus labios, pero estoy demasiado atontada como para concentrarme en algo tan sencillo. Aún recuerdo el golpe de mi cabeza sobre la encimera. Me sigue rebotando en los oídos. Luego el ruido de llaves, el ruido de los pasos repentinamente incrementados al recibir mi anterior llamada. Huelo tu arrepentimiento de no cumplir la frase "Ya llenaré el depósito mañana",
Noto cómo me pasas el brazo por debajo de la espalda, cómo unas gotas de algún líquido cálido caen sobre mí. Supongo que serán lágrimas.
Oigo una sirena a lo lejos, lo que parece que ha llegado a despertar en ti aquella adrenalina que hace que me cojas en brazos fuertemente, me lleves hasta el coche.
Sabes que llevo mucho tiempo allí, sabes que odiabas el que yo decía que me quería irme para siempre, descansar. Eso es lo que yo deseo, morir feliz, aún sabiendo que soy una cobarde por quitarme la vida tan rastreramente, sin pensar en los demás. Sin pensar en que tú me verías así, tirada en el suelo.
Noto como me abrochas el cinturón y mi cabeza da botes contra el cristal mientras no dejas de acelerar cada vez más.
Recuerdo cómo solías bajas las ventanillas cuando acelerabas, para que el ruido del viento acallara tus pensamientos. Recuerdo el dulce tacto de la yema de tus dedos contra mi rostro, cómo decías que me querías, el impacto que esas dos palabras tan simples causaba en mí cuando salían de tus labios, y cuando decías que no sobrevivirías el perderme.
Creo que ya llega, el momento de aquella extraña satisfacción, y antes de llegar a nuestro destino pierdo cada uno de mis sentidos.
                     
                                                                                                                                                  (13:58)